lunes, 23 de febrero de 2009

Pensamientos tras una maratón

Dicen que la maratón es una carrera que pone a prueba la resistencia humana, que lleva hasta los límites insospechados la capacidad de sufrimiento del hombre, que consigue exprimir al máximo las fuerzas de cada. Y que tal y como cuenta la leyenda, la primera persona que la corrió, un tal Filípides, cayó fulminado tras recorrer tamaña distancia sin poco más tiempo que el necesario para transmitir su importante mensaje. Pero sin duda, todo el mundo dice que la alegría y la sensación que se tiene tras cruzar la línea de meta, ya sea tras un sprint meteórico o a gatas sin poder casi andar, no tiene precio. Y es una sensación que personalmente he vivido dos veces y me resulta altamente complicado describir. Pues durante esos últimos 195 metros que precede la marca de los 42 km, el cúmulo de sensaciones que se agolpan en tu cabeza es de tal magnitud, que poco más puedes que disfrutar del momento y del calor que miles de personas anónimas proporcionan con sus gritos, abrazos, ánimos,…

Y tras cruzar la línea de meta de repente te das cuenta de que no puedes dar un paso más, que tus fuerzas están al límite del agotamiento, que tus pies duelen como si pisaras brasas al rojo vivo, que tus piernas apenas te soportan en pie, que tu corazón trata de salirse del pecho,…, pero sobre todo, te das cuenta de que has hecho algo que muy pocas personas se plantean siquiera: has acabado la carrera de las carreras, la maratón.

Es un momento que culmina un largo camino que comenzaba meses atrás, un camino que encauza parte de la temporada deportiva de muchos corredores populares, un camino que sólo aquellos que lo han recorrido saben lo duro y exigente que resulta. Pero ha llegado el final. Y también el final de los muy buenos momentos pasados con compañeros y amigos, de esos momentos que, aunque extenuantes en ciertos momentos, no te importa pasar porque te encuentras en buena compañía, con gente que tiene tu mismo sueño, ambición y, sobre todo, tu mismo objetivo. Por estos motivos, ayer no corrí una maratón solo, sino que corrí varias, y todas al mismo tiempo. Me alegré mucho más de aquellos que consiguieron sus objetivos que de mis logros personales. Pero sobre todo, me fastidió más que a nadie el que muchos no tuvieran su día y “su”, digo “nuestra” maratón, no resultase tan perfecta como habíamos soñado tantas veces en los días precedentes. Todavía hoy me duele el ver llegar a muchos con la cara y el cuerpo descompuesto y el alma en los pies.

Es por ello que quiero mandar un abrazo a todos aquellos compañeros que han estado ahí durante todos estos meses, animando y ayudándome en los entrenamientos día a día; a aquellos que desde la barrera han planificado entrenamientos; a todos aquellos que invirtieron una mañana de domingo, con madrugón incluido, en dar apoyo a todos los participantes de la sección, ya fuera como espectadores, como acompañantes a pié o en bicicleta, o realizando un reportaje en video y fotográfico que quedará para el recuerdo de todos. Sin duda, sin la ayuda de todos ellos no podría haber terminado esta carrera de la forma en la que lo hice.

A todos, gracias de corazón.

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