domingo, 27 de noviembre de 2011

Capítulo final: la gran Maratón de Nueva York

Me ha costado mucho tiempo llegar hasta esta publicación. En concreto poco más de 3 años desde que fundé este blog con el artículo [Los orígenes (visión retrospectiva)] en septiembre de 2008. Por aquél entonces, contaba con la experiencia de haber corrido ya mi primera maratón en Valencia ese mismo año, aparte de un sinfín de carreras populares, en su mayor parte, adscritas al Circuito Diputación de Albacete. El motivo de la creación de este blog, era sencillo: contar mis experiencias como runner desde ese mismo momento hasta que cumpliese un objetivo… correr la maratón de las maratones: New York!!!
La idea era buena y tuvo una más que notable aceptación, pues creo que llegué a conseguir 11 seguidores en blogger, sin contar a los cuatro ó cinco compañeros de trabajo que de vez en cuando me seguían porque tenía el enlace al blog en mi perfil de Messenger. Pero la idea tenía un fallo: la rutina. La primera vez que comentaba una carrera tenía su gracia, pero al pasar un año, repetir la crónica no tenía sentido. Los humanos somos animales de costumbres, y los runners lo son todavía más, pues normalmente preparan y corren las mismas carreras cada año.
Fue esta rutina, junto con la irrupción de otras redes sociales como Facebook, Twitter y Strands, que facilitaban enormemente la fluidez a la hora de contar cualquier historia, y junto a una creciente carga de trabajo en mi vida profesional que apenas me ha dejado tiempo suficiente para escribir y madurar estos artículos, lo que a fin de cuentas ha hecho que lleve casi un año sin realizar una sola publicación.
¿Y por qué vuelvo a publicar entonces? Pues porque es algo que le debo a esas 11 personas que de vez en cuando me leen. Si me han soportado durante tres años contando crónicas de carreras populares, describiendo mis lesiones y repitiendo noticias extraídas de periódicos sobre gestas de grandes campeones, al menos debo torturarlos una última vez con el artículo más largo que jamás haya escrito. Y el que avisa no es traidor, aunque sea tras una introducción de 352 palabras.
El resto de este gran artículo estará dedicado al fin último de este blog. Porque…
La gran cita llegó!!!
El pasado día 6 de Noviembre se cumplió ese sueño que andaba persiguiendo durante muchos años y por fin disputé la Maratón de Nueva York. Tras vivir dicha experiencia, me atrevo a decir lo siguiente: todo runner que se precie, debería correr al menos una vez en su vida esta carrera. No es una recorrido para hacer marca, no es un evento ni mucho menos barato, pero tiene un encanto y un misticismo que no es posible describirlo, es necesario vivirlo en persona, porque el recuerdo que te llevas de la gran Manzana es único y difícil de olvidar.
En este artículo pretendo dar una visión completamente personal del lo que es vivir esta carrera. Como en cualquier otra carrera, tiene sus partes buenas y sus partes malas, ya que como reza el refrán, “nunca llueve a gusto de todos”.
Las cosas buenas…
Si en algo son realmente buenos los yankies es precisamente en organizar saraos y sacar el máximo provecho de ellos. En ese sentido, la maratón no es una carrera popular más, es un gran acontecimiento. Esto ya lo vislumbras los días previos a la carrera, en los que paseando por las calles de la ciudad, viendo la televisión o, simplemente viajando en el metro, encuentras multitud de vallas publicitarias anunciando la carrera y presentando a la mayoría de los atletas de élite que van a participar. Te guste o no el atletismo, seas deportista o no, al menos te enteras de que hay una carrera. Y aquí en cuando siento envidia sana por algunas “grandes” carreras españolas, que llegado el día de la competición se encuentran con una marabunta de ciudadanos cabreados porque la mayoría de las calles están cortadas al tráfico sin saber muy bien porqué.
Volviendo al tema del espectáculo, pone la piel de gallina el ver cómo el público abarrota cerca de 35kms de recorrido (no se podía acceder a los puentes para animar, pues en ese caso hubieran sido los 42kms con público) sin que quede más de 2 ó 3 metros entre persona y persona. La gente, anima desde que pasa el primer corredor hasta el último, se deja la garganta y aporta un ambiente festivo comparable a las ferias de cada ciudad.
Otro punto que hace que el espectáculo se mayúsculo es la infinidad de bandas, agrupaciones musicales y disco móviles que jalonan el recorrido. Creo que en algún sitio leí que había animación cada milla de distancia (mi sensación particular es que había animación al menos cada kilómetro). La música era bastante variada –desde la música discotequera de David Guetta, omnipresente, hasta coros Gospel- por lo que te da la sensación de ir escuchando la radio durante la carrera.
El tercer elemento que hace mágica esta carrera, son sin duda los voluntarios: miles y miles de ellos por todas partes. Siempre con una sonrisa en la boca, animando como los que más y dando la enhorabuena a todos aquellos corredores que alcanzan la meta. En el rato que transcurre desde que cruzas dicha línea final hasta que sales del recinto donde está el guardarropa, puedes escuchar más de mil veces la frase: “congratulations, good job!!”. Y es que el mérito no está en batir el record de la prueba (bueno, algo de mérito sí que tiene), pues solo un puñado de personas en el mundo está capacitado para ello, sino ser capaz de vencer a la distancia fatídica de las 26.2 millas y conseguir llegar a meta. Me pongo en la piel de los norteamericanos, que viven en una sociedad lacrada por la obesidad y el sedentarismo y el ver que alguien es capaz de correr 42 kms sin otro motivo que simplemente hacer ejercicio, y creo que hasta cierto punto les comprendo.
En cuarto lugar es necesario destacar entorno por el que discurre la carrera: se sale del puente colgante más grande de América (puente de Verrazano) con la estatua de la libertad y la silueta de distrito financiero en la distancia; se cruzan los distritos de Long Island (que viene a ser todo aquello que no es Manhattan), Brooklin, Queens y Harlem, los cuales aportan un gran contraste en su composición de casitas bajas y residenciales con los monstruosos rascacielos de oficinas de Manhattan. Además, son zonas que estamos hartos de ver en toda película americana de policías (qué recuerdos de los años 80 y 90 me traen). El poder correr por estos enclaves y poder apreciar el colorido de sus calles es simplemente magnífico.
Por último, cabe destacar una cosa: todo maratoniano es un héroe a los ojos de los neoyorquinos. Una vez te pones la medalla conmemorativa que te cuelgan nada más cruzar la meta, desde ese mismo momento cualquier persona que se cruce contigo por la calle, sin excepción, te saludará y te dará la enhorabuena. Es por ello que todo maratoniano que permanece en la ciudad los días siguientes a la carrera, no se desprende de la medalla ni para ir al baño. En el viaje de vuelta a España, dos días después de la carrera, había gente en el aeropuerto y en el avión que lucía orgullosa su merecido premio.

Entre las cosas malas…
Primero, la carrera está infinitamente masificada. Es tal la demanda de dorsales, que los 47000 corredores de la edición de este año se pueden considerar afortunados de haber conseguido uno. Pero la logística para controlar y mover a todo el mundo es complicada y hace que al final el corredor deje de ser persona para convertirse en ganado. Pueden parecer éstas palabras muy duras, pero es verdad. Llegamos a la zona de salida sobre las 6 de la mañana, cuando la salida de la primera ola era a las 9:40. Eso implica que los más afortunados sólo tenían que esperar 3:40 minutos en una amplia zona al aire libre soportando los 3 grados de temperatura con que nos premió esa mañana, con una humedad cercana al 80% (recordemos que New York se encuentra en la costa junto al mar). Llevaba 5 capas de ropa (camiseta térmica, camisa de competición, camisa de algodón, sudadera de algodón y chándal) pero eran insuficientes ante el frío que hacía.
Lo segundo, es un resultado de la demanda que comentaba en el punto anterior. Recordando las clases magistrales que nos daba nuestro maestro de economía en la carrera, cuando la demanda sube, siempre hay un avispado detrás que ve el negocio. Al final, tal es la demanda y la fama de esta carrera que el club organizador, New York Road Runners, ha hecho de este evento un lucrativo negocio. Tan solo hay que darse una vuelta por la feria del corredor (los días previos a la carrera) o por la feria del finisher (el día después) para ver los precios del merchandising. Y no solo eso, la inscripción en la prueba es realmente un robo (casi 300$), aunque al final pasas por el aro. Y ojo, que ante la demanda, el año que viene están planteando subir las plazas a 100.000 y realizar la carrera en dos días (sábado y domingo).
Tercero, no hay tercero. Creo que al final las cosas buenas superan en número a las cosas malas.

Sobre la carrera no hay mucho más que decir, pues el correr es universal y da igual que corras en Nueva York o en las calles de tu pueblo/ciudad. En el plano personal, no ha sido ésta mi mejor carrera ni mucho menos. Para ser franco, es mi peor maratón hasta la fecha. Pero también es la que más satisfacción me proporcionado sin lugar a dudas. Y digo esto porque a pocas semanas de la carrera no sabía a ciencia cierta si podría tomar la salida. Una inesperada lesión en el tendón de Aquiles durante el verano tiró por la borda la poca preparación que hasta ese momento había realizado, así como destrozó toda mi planificación, pues desde agosto hasta el día de la carrera apenas pude entrenar un par de semanas a ritmo bastante lento. Es por ello que al final opté por dejar cualquier ansia competitiva (viendo los resultados finales, creo que podría haber estado entre los 200 primeros de la carrera sin demasiados problemas de haber llegado en buenas condiciones) y salir a disfrutar de la carrera junto con mi compi Xavi, corriendo a un ritmo suave y cómodo para ambos: cómodo para Xavi, que tiene una marca de una 3h18min, y suave para mi tendón, que todavía seguía muy malogrado. Los primeros 25kms transcurrieron a ritmo de paseo (la media maratón en 1h42, lo que es sin duda la peor media de mi vida empeorando 6 minutos respecto a la última edición de Almansa, en la que tuve otra lesión que apenas me dejó correr), hasta que Xavi pasó por una crisis y me dije que siguiera a mi ritmo. En ese momento puse ritmo de crucero, corriendo algo más fuerte de lo que lo había hecho hasta entonces. Adelantaba corredores sin parar (desde el 25 a meta, adelanté a cerca de 3000 personas), obligado a correr en zig-zag debido a la ingente cantidad de personas por todos lados. Y esa es la historia de los últimos 17kms. Al final, crucé la meta con la sensación de llegar muy entero, aunque fatigado por la falta de entrenamiento de los últimos 3 meses.
El cruzar las meta en Central Park causa una sensación que en ninguna otra carrera he llegado a sentir. Quizás es el misticismo de esta ciudad, la épica de esta carrera, o el haber conseguido burlar a una más que inoportuna tendinitis y haber conseguido terminar una carrera que no había preparado por delante de 44000 personas que probablemente sí que habían puesto cuerpo y alma en llegar en su mejor forma física. Pero el finalizar una carrera con la sensación de que podrías haberlo hecho mejor, siempre te deja un sabor amargo que tarda tiempo en disiparse. Y quizás me toque volver en un futuro para endulzar esa sensación un poco.

Escribo esta crónica tres semanas después de la carrera, cuando ya se han enfriado un poco las sensaciones y la semana pasada en la Gran Manzana en la compañía de dos grandes amigos parece cosa de otro tiempo. En esta tres semanas, varias han sido las peticiones para que publicase esta crónica, pero no he encontrado el momento ni la motivación suficiente hasta el día de hoy. Y han sido dos cosas las que han contribuido para que de una vez por todas me ponga al teclado de mi MacBook Air (precisamente comprado en New York) y regurgite todos estos recuerdos e impresiones: uno, que hoy ha sido la Maratón de Valencia, la cuál he visto este año desde la barrera y en la que me he dedicado a animar todo lo que he podido a los compañeros del equipo; y segundo, un documental sobre la vida de Steve Jobs (iGenuis) y de cómo cambió el mundo con sus ideas. Sobre este último, Steve tenía una visión: que la tecnología estuviese al servicio de la persona y que la persona pensase con toda su alma que necesitaba esa tecnología para vivir. En cierto modo, esta moraleja tiene bastante similitudes con el runner y la Maratón de New York. Es una maratón popular, centrada en el corredor anónimo, que todo corredor en el mundo desea correr al menos una vez en la vida.
Por mi parte, sólo puedo acabar este artículo con un resumen del viaje a NY: fui a New York a correr una maratón y me volví con un MacBook Air debajo del brazo. Un mac, y algo más...

martes, 5 de abril de 2011

Barrax y la Media de la Roda 2011

Por fín vuelvo a la carga. Desde hace algo más de un mes, desde que corriera la Maratón de Sevilla, no había vuelto a competir, pues en su momento decidí respetar los tiempos de recuperación, justo al contrario que venía haciendo en maratones precedentes. Es aquí donde vieneni que pintada la típica expresión que reza "la experiencia es un grado", y de eso puedo asegurar que ya me va sobrando un poco a fuerza de palos.
Las dos semana tras la maratón fueron realmente tranquilas en cuanto a entrenamientos se refiere: rodajes suaves y no demasiado largos para ir recuperando la musculatura poco a poco. Pero hace unas tres semanas el plan de entrenamiento entró en la fase de carga con sesiones de series lunes y martes, y con fartlek y arrastres los jueves. Nada nuevo, pues es algo se suele hacer normalmente a principios de temporada antes de afrontar época de competiciones. Pero da la casualidad de que personalmente llevaba desde antes de verano del año pasado sin realizar este tipo de entrenamiento a causa de las lesiones que fui sufriendo a lo largo de la temporada. Es por ello que puedo afirmar que como este entrenamiento dure muchas semanas más, que me esperen con una ambulancia en la puerta de las pistas de entrenamiento, pues acabo muchísimo peor que si hubiese disputado una carrera.
Pero dejemos de lloriquear... que a lo que venía este artículo (como reza su título) es a comentar dos carreras.
La primera, Barrax, me pillaba con la incertidumbre sobre el estado físico con el que llegaba tras el ya comentado parón tras la maratón. No es una carrera excesivamente complicada en cuanto a recorrido (pocas curvas y un mini repecho de 300 metros a mitad de recorrido), pero por alguna extraña razón, todos los años la metereología juega una mala pasada. Si hace dos años el viento fue determinante, este año el verano decidió hacernos una visitilla y la temperatura durante la prueba superó los 26º. Nada raro para la temperatura a la que se suele correr en verano, pero teniendo en cuenta que durante las semanas previas hacia un frio del carajo, el contraste respentino se hizo notar. Esto, junto que ese día comí unas dos horas antes de la carrera y en cantidad, contribuyeron a que a mitad de recorrido tuviera que levantar el pie con el fin de evitar dejar un "regalito" por las calles de pueblo. Aún así, un tiempo más que aceptable.
La segunda carrera, la media maratón de La Roda (sí, el pueblo de los "miguelitos"), fundamentalmente representaba una prueba de fuego de cara a los próximos compromisos con el club (el Campeonato de España de media maratón en Gijón) para ver cómo se comporta el cuerpo en carreras de larga distancia. Como sabía que el estado de forma no es el mejor en que podría haber llegado, dicha carrera me la tomé como un largo de fin de semana: salí a un ritmo modesto durante tres kilómetros y a partir de ahí intenté correr en progesión el resto de la carrera. Afortunadamente, ni el recorrido rompepiernas (continuos repechos y giros a lo largo del circuito) ni el viento que en determinadas partes del recorrido se hacía bastante incómodo, pasaron factura y cumplí con el objetivo de correr progresivamente. Incluso en la recta de meta (de casi 1 km de longitud) me pegue el gustazo de cazar a un grupillo que llevaba a mas de 50 metros de distancia y pegarles una buena pasada.
La sensación final fue realmente buena, pues el último kilómetro fue el más rápido de todos y acabé sin sensación de ir agotado.

martes, 15 de febrero de 2011

Maratón de Sevilla 2011 (Campeonato de España): crónica seria

Todo el mundo se habrá dado cuenta de que tengo el blog bastante abandonado en los últimos tiempos: desde antes de verano del año pasado no me he prodigado mucho, salvo contadas excepciones, en gran medida a causa de dos motivos: el primero, un cambio en la situación laboral que conllevaba un aumento de responsabilidades y un decremento proporcional del tiempo libre disponible, y segundo, un año para olvidar en el plano físico con un par de lesiones (una de ellas, una tendinitis aquilea) de larga duración, que cortaron re raíz cualquier regularidad en los entrenamientos y competiciones.
Allá por principios de noviembre, y tras ponerme en manos de los chicos del gabinete de fisioterapia de la universidad (nunca podré agradecerles lo suficiente lo que hicieron por mi), empecé a correr de nuevo prácticamente desde cero. Y digo desde cero, porque cualquier progreso logrado durante los últimos años de esfuerzo, se desvanecieron en los casi 5 meses en los que no pude correr. Y si hay algo realmente duro para un corredor, es el no poder sentir el viento en la cara ni el suelo bajo los pies.
Igual de duro fue el comenzar a entrenar y tener que refrenar los ánimos de correr al mismo ritmo que solía, pues si lesionarse es fácil, recaer de una lesión lo es mucho más. Y como dice el refrán, "de valientes está lleno el cementerio". Bueno, quizás sea una frase un poco fuerte para la situación, pero os hacéis una idea de lo que quiero expresar.
Pero los días pasaron, las fuerzas iban en aumento y mis maltrechos tendones aguantaban a la perfección sin rechistar demasiado. Los entrenamientos cada vez ganaban en intensidad y duración y mi cuerpo lo asimilaba bien. Llegaron las vacaciones de navidad, y los largos entrenamientos bajo el gélido aliento de mi ciudad natal se sucedían uno tras otro. Llegó el nuevo año, y los entrenamientos con la gente del equipo se hicieron más y más intensos. Poco a poco iba recuperando mi nivel anterior y, lo que es mejor todavía, con buenas sensaciones.
Pero falta algo muy importante sin lo que toda la motivación para desarrollar todo el trabajo descrito arriba hubiera sido vana: un objetivo. Y ese objetivo era el Campeonato de España de Maratón, que este año se celebraba en Sevilla.
Y dicho objetivo era perfecto, pues unido al cambio de fecha de la Maratón de Valencia a Noviembre, dejaba un vacío en el calendario difícil de llenar.
Ya tan sólo con llegar en buena forma a Sevilla era un gran logro para mí, lo que significaría que las lesiones habrían quedado atrás y que podría volver a difrutar de las zancadas sin fin que proporciona una carrera de esta distancia. Pero en mi zabeza rondaba una gran duda: ¿seré capaz de aguantar una carrera tan dura? Y lo más importante, ¿podré correr a un nivel similar al que lo hice hace un par de años en Valencia?
La verdad es que la cosa no pintaba demasiado bien, pues la experiencia previa en competición se resumía a la media maratón de Santa Pola tres semanas antes, en la que ya había sido capaz de bajar de la barrera de la 1h20 (lo que me asegura mínima para camponatos de España este año y el que viene), pero por contra, había sufrido bastante en los últimos kilómetros, sobre todo a causa del viento que soplaba esa mañana.
Por ello, mi viejo sueño de bajar de 2h40 en maratón se veía algo distante y debía replantearme un objetivo más asequible: bajar de 2h45, lo que tambíen me daría mínima para campeonatos de España y, lo más importante, me serviría para hacer marca personal.
Y ese fue mi objetivo para la fría mañana del día 13 de febrero. Con el pistoletazo de salida, me olvidé de los rivales y compañeros y salí a correr mi propia carrera, a disfrutar de la maratón, de Sevilla, de su gente y del deporte. Los kilómetros se sucedían y yo corría realmente cómodo. A veces pasaba a gente, otras veces me pasaban a mi. Unas veces los parciales del kilómetro salían demasiado rápidos y otras veces más lentos. Pero lo realmente importante es que me sentía bien y corría realmente cómodo.
El paso por la media maratón resultó ser algo más rápido de lo esperado: 1h19 frente a 1h21 que tenñia en mente. Tras jurar en arameo y llamarme de todo menos guapo durante unos segundos, el objetivo era mantener el ritmo en la medida de lo posible, pues muy mal se tenía que dar para no bajar de 2h45. Y puder mantner dicho ritmo durante 11 km más, hasta el 32, en el que el flato me obligó a decelerar e incluso hacer una pequeña parada técnica para realizar las maniobras básicas para superar el dolor. Pero desde entonces, el ritmo que había mantenido hasta el momento era demasiado fuerte y es ahí cuando empezó el sufrimiento.
Uno no sabe de lo que es capaz hasta que se le pone a prueba en situaciones realmente duras. Y puedo afirmar que el agotamiento y cansancio al que lleva una carrera de este estilo es una de esas situaciones. Desde el km 35 fui contando con ánsias los metros que me quedaban para acabar. Fueron muchas las veces por las que se me pasó por la cabeza parar a descansar, dejar de sufrir sin motivo (pues en eso coincido con mucha gente, hay que ser idiota, por no decir gilipollas, para sufrir de esta manera por el mero hecho de hacerlo) y llegar a meta sin como pudiese. Pero a base de fuerza de voluntad y, sobre todo, con el apoyo de Diego (que me siguió en bici durante esos últimos kilómetros), seguí adelante.
Pero sin duda, el mejor momento del día llegó cuando, enfilando la vuelta al tartán del estadio olímpico (que dicho de paso, era salida y meta de la carrera), vi el cronómetro bajo el arco de meta, contando segundos ligeramente por encima de 2h40: sacando fuerzas de flaqueza, esprinté ese último 100 que a su vez se hace tán y tán interminable.
Pero llegó la meta, y el reloj se paró en 2h40:25, ¡¡¡6 minutos por debajo de mi marca personal y ligeramente por encima de mi objetivo primigenio. Pero eso no importaba, había conseguido terminar la maratón y, sobre todo, me había batido a mí mismo.

domingo, 9 de enero de 2011

Esos locos que corren

Estreno las publicaciones de este año 2011con un artículo poco original, pues es más bien una re-edición de un post que publiqué hace casi dos años, llamado 'El corredor de fondo'. Sin embargo, voy a innovar un poco en esto de la web 2.0 y pasarme al multimedia, que es más ameno de ver.

En concreto, este es un vídeo que recita el texto del artículo mencionado anteriormente a la vez que muestra una animación relacionada con és.
Que lo disfrutéis.