viernes, 19 de septiembre de 2008

Los orígenes (visión restrospectiva)

Erase una vez que se era una persona como otra cualquiera. Por persona cualquiera me refiero a la típica que no practica ejercicio más allá de levantarse de la cama al sofá para ver la tele, la que el término sudar no significa otra cosa que pasar calor en casa durante el verano, aquella a la que el amor por el deporte se limita a ver cómo lo realizan otros.... por la tele. Pues esa persona era yo hasta hace unos 2 años (mediados de 2006).
Por aquella época decidí que las largas tarde de verano, vacías de trabajo gracias a la jornada intensiva, había que rellenarlas con algo más que con vicios al Need For The Speed en el ordenador. Fue en ese preciso instante en el que volvía de hacer la compra cuando pasé por una conocida avenida de la ciudad de Valencia, llamada Blasco Ibáñez, y vi que en el jardín central unos locos corrían a las 5 de la tarde bajo un sol de justicia (unos 30º a la sombra) y una humedad más que insoportable. Fue en ese preciso momento en el que me dije que si ellos podían, yo tambíen (pa chulo yo, o por lo menos eso decimos los de Albacete. Bueno, los vascos también, pero eso es otra historia). Y como idiota cualquiera puse rumbo a casa, me puse mis mejores ropas deportivas (que por aquel entonces no pasaban de un bañador amarillo fosforito y una camiseta de algodón con el logo de alguna empresa). Y fue entonces cuando comenzó todo.
Esa primera incursión duro 15 minutos de sudor, sufrimiento y respiración alterada, y 4 días de insufribles agujetas. Pero poco a poco, esos 15 minutos se transformaron en 20, 27, 36 y así hasta cerca de 1 hora. Las agujetas empezaron a remitir con el tiempo y la respiración... bueno, seguía siendo alterada. Tras un par de meses de duro esfuerzo, o al menos eso creía yo, ya era capaz de correr un kilómetro en poco menos de 6 minutos. Para mí eso era la leche, pues corriendo por el parque enteriormente citado, normalmente adelantaba a la gente que iba delante mía, y me creía el rey del mambo. Hasta que pasó el verano y los estudiantes volvieron de vacaciones. Y los infames que yo adelantaba se convirtieron en formulas 1 adelantándome sin compasión. En ese preciso instante, supe que había que mejorar. Y para eso iba a necesitar ayuda...
Esa ayuda llegó en forma de monitor de ritmo cardiaco (para los menos instruidos, un Polar de toda la vida), el cual, a pesar de ser específico para sesiones de aerobic (no había nada más baratico por entonces) me mantuvo durante varios días absorto en su configuración y realización de pruebas de estado físico. Una vez la cosa funcionaba, me puse manos a la obra, y me lancé con él a la calle. Los primeros días fueron difíciles, pues las pulsaciones subían más de lo esperado. Mejor dicho, más de lo recomendado, pues muc
has veces me ejercitaba a ritmos de taquicardia. Pero a base de llevar el pulsómetro, aprendí a controlar mejor el esfuerzo y pude conseguir que las pulsaciones bajasen a ritmos más normales.
El tiempo fue pasando y mis ritmos bajaron más y más, hasta quedarme en un nada despreciable 4:55 (los que corran a menudo sabrán que es un ritmo bastante bajo, pero bueno, poquito a poco).
Las siguientes navidades (las de 2006) llegó mi bautizo de fuego: mi cuñado me propuso participar en una carrera popular que se celebraba en Albacete el día de fin de año (la mundialmente conocida San Silvestre de Albacete). Eran poco más de 6 km y yo solía correr una media 8 tres veces por semana, por lo que di un paso al frente y me apunté sin vacilar. Llegó el día de la carrera y allí estaba yo: vestido con unas ridículas mallas negras, una sudadera gris de mi época de estudiante y un gorro de papá noel que la organización regalaba a todos los participantes (afortunadamente no se conservan fotos de esa pintoresca vista). Llegó el momento de la salida, 2 vueltas a un recorrido de unos 3 km por delante, 1400 personas alrededor, un frio de cojones... y unas ganas de correr bárbaras. Tanto es así que el ritmo de salida me pareció demasiado lento. Tan lento que me permití el lujo de ir adelantando al resto de participantes durante los primeros 300 metros, en una maniobra temerosa pues incluía el atajar por la acera los huecos de los árboles. Pero dió resultado: pude adelantar a unas 100 personas pero a esas alturas ya estaba yo respirando como si el aire se fuese a acabar de un momento a otro. El resto del primer kilómetro lo hice como pude, con un flato hartamente doloroso y viendo como perdía las merecidas 100 posiciones ganadas. Pero poco a poco cogí el ritmo y seguí adelante. Los 6 km y pico pasaron rápido, más de lo que esperaba, y me reconfortó el ver que había hecho un promedio de 4:31 minutos por kilómetro, una proeza digna de todo un onvre.
Mi participación en la siguiente carrera no se produjo hasta septiembre de 2007. Estoy saltando esta parte de la historia pues se puede resumir en unas pocas palabras: lesión de rodilla. Dicha carrera era un bolo que organizaba la Universidad Politécnica de Valencia con motivo del inicio del curso, al que invitaron como padrino a un chavalín que hace triatlón y, que según me cuentan, es bastante bueno Su nombre, Javi Gómez Noya. Bueno, lo reconozco, se que es el campeón del mundo de triatlón y que una iniportuna gastroenteritis lo dejó fuera del podio de los juegos olímpicos de Pekín, pero por aquel entonces no tenia ni pajolera idea de quien era. El caso es que la carrera era una Volta a Peu de 4.5 Km por el interior de campus universitario. No deberíamos ser más de 200 personas, pero al menos conseguí que 4 incautos compañeros de trabajo se vienieran a correrla. Para más inri, decidí hacer promoción de una camiseta deportiva que habíamos desarrollado en uno de los proyectos en los que trabajaba, una camiseta con sensores de ritmo cardiaco integrados, y que lamentablemente tenía un pequeño fallo de diseño: sacaba michelines hasta a la mujer más anoréxica que te puedas imaginar. Eso mezclado con mi nada despreciable peso, hace que las fotos existentes de ese evento las tenga en un directorio donde nadie sea capaz de encontrarlas. Y mira que incluso tengo una con Gomez Noya, y con el grupo de animadoras de Red Bull que por alli andaban (y joder cómo andaban). Conclusión, los 4.5 km en 18 minutos 10 segundos, un nada envidiable ritmo de 4:02. Y la autoestima por las nubes.
Fue en siguiente mes, mientras buscaba fotos de dicho evento en la página web de la universidad, cuando vi un anuncio sobre el campeonato interuniversitario de maratón: se iba a celebrar una prueba aquí en Valencia aprovechando la maratón internacional que se iba a disputar en febrero de 2008. Y fue entonces cuando empezó a venirme a la cabeza la idea de correr una maratón. Para aquellos que sean fans de los Simpsons, hay un capítulo en el que Homer ver un anuncio de una escuela de payasos y comienza a obsesionarse con ella hasta que tiene que apuntarse sí o sí. Pues a mi me pasó lo mismo. Día sí y día también, me venía a la cabeza la idea de apuntarme. Pero la respuesta siempre era la misma: "¿estás loco?". Para probar mis posibilidades opté por empezar a entrenar de luenes a viernes durante la hora de la comida: correr durante una hora aproximadamente a un ritmo vivo. La prueba fue tan buena que, a poco menos de un mes para que se celebrase la carrera, estaba inscribiendo mi nombre para la maratón.
Pero esa es otra historia....

1 comentario:

Woodman dijo...

Si alguien puede conseguirlo es alguien que quiera hacerlo...recuerda querer es poder, animo!